viernes, 12 de julio de 2013


LA HIJA DEL SOL
María Valle

La bruja-partera de la aldea, después de asistir al parto de la mujer de la tribu, mira a la criatura que acaba de nacer y con cara de temor, asombro y admira-ción, se la entrega a la madre.
Al verla, la madre se contrae y lanza un grito más de extrañeza que otra  cosa. No puede entender cómo puedo tener esa niña, que acababa de parir. Con esa piel tan blanca. Que no tenga cabello,  sino una pelusa blanca, y unas faccio-nes tan extrañas; le parece un  monstruo. Nunca vio nada igual. No había sali-do de la aldea. Todos allí, quechuas. Sus otros hijos y toda su familia, habían nacido con las facciones  propias de los de su tribu, con la piel oscura y abun-dante pelo negro. Esta niña es muy extraña, pensaba.
La bruja -partera  "sabía" que la niña nacida era la promesa de algo insólito y recordó lo que había escuchado de  sus antecesoras y las leyendas que  se decían. Por todo ello le dijo a la madre, en quechua, la lengua que hablaban por aquellos valles. "Esta niña no te pertenece, es la  HIJA DEL SOL", y por lo tanto deberá estar en el Templo.
La madre no entendía si ser la madre de aquella extraña criatura era un honor o un estigma. Pero sí, como recomendó la partera, la  dejaría en sus manos para que, de la mejor manera, la integrara en el Templo  con prudencia. Sería  una vestal al servicio del Inca.
Así pues la  madre y la partera convinieron en decir que la criatura nació muerta. Nadie debería saber del nacimiento del aquella criatura extraña. Sería una deshonra para su casta, una niña  tan blanca.
La partera envolvió a la criatura en trapos y salió sigilosamente de la estancia.
Cuando salía, vio a la familia reunida,  esperando el acontecimiento. Todos ebrios de  chica; así que le fue fácil decirles que había nacido muerta y que la llevaba para bendecirla y enterrarla  antes de que la luna cambiara. Nadie puso objeción.
Camino de su casa, la partera, aun no entendía como no oyeron los llantos de la criatura al nacer, aunque no lloró demasiado, las dos estancias que constituían la casa, una donde estaba la madre y la otra una  gran sala donde hacían todos la vida, solo los separaba un tapiz.  Tampoco le pusieron ninguna objeción porque se la llevara sin mas y, aun lo mas extraño,  sin querer verla. Seguramente la chicha les tenia obnubilados, se dijo queriendo razonar el hecho sin aceptarlo definitivamente. Era todo tan extraño!.
Nació con unos ojos azules abiertos como dos estrellas azules , algo que no se había visto en la aldea. Nunca se habían visto ojos así, la partera se preguntaba si esos ojos podían ver como los otros, eran tan transparentes!

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La bruja-partera provenía de  una casta de mujeres  que siempre se habían dedicado a sanar a las gentes de la aldea y ayudaban a parir a las demás mujeres.
Tenía fama, como sus  antecesoras de tener un conocimiento y aptitudes extrañas y nada comunes. Por eso la temían y respetaban.
Mirando a la niña, la bruja recordaba lo que la abuela un día le dijera, ya próximo sus últimos días de vida. Recordaba toda la retahíla de la leyenda que se transmitía  de generación en generación, y siempre al tiempo de morir. Su madre y ella la escuchaban expectantes y asombradas.....
" Y una de nosotras recogerá a la HIJA DEL SOL y la llevará al Templo y llegaran los días que la  HIJA DEL SOL  mueva la  Tierra.
En su interior sabía que esta niña, era la criatura de la leyenda, la HIJA DEL SOL.
Era tan diferente, con esa piel nacarada, con esa imperceptible pelusa  casi blanca y esos ojos extremadamente vivos, azules...que la miraban escudriñándola y como si con esa mirada le transmitiera todo lo que había que hacer con ella. Todo era tan  insólito! Movía la cabeza mirando al rededor; la bruja sentía que la niña veía e integraba, todo lo que veía, dentro de su ser. Su atención hasta el mínimo detalle era inaudito.
Extraña criatura, se repetía. Que hecho tan prodigioso le había  tocado vivir.
Con paso diligente y arropada por las  sombras de la noche se dirigió, por los abruptos senderos, hasta la  cima de Machu Pichu.
Allí entregó a la niña recién nacida. las vestales la acogieron con júbilo. Ellas esperaban el acontecimiento, "sabían" de la venida de la HIJA DEL SOL, "aquella que sería engendrada por un rayo de sol en una mortal".La que sería la  mayor de las vestales y que movería el mundo. También sabían, por  sus extrañas percepciones que tal criatura sería diferente. Fue un acontecimiento grandioso su llegada.
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Pasó el tiempo y la vestal se convirtió en una extraña y bella adolescente, rubia y ojos profundos y azules que emanaban una gran dulzura, paz y conocimiento. Todas las demás vestales la respetaban. Todas sabían que era la HIJA DEL SOL. que un día la partera de la aldea la  recogiera del  primer rayo de  sol  y la llevo al templo.
El Inca en su recorrido, cuando llegaba al templo; jamás se atrevió, aunque por derecho pudiera, a tocar a esta vestal. Desde lejos la admiraba y la sentía como si de una diosa se tratara,
Un día, coincidiendo con el solsticio de  verano; la vestal se levantó y, en trance, se fue a la explanada del templo a esperar el orto.
Cuando los primeros  rayos del sol comenzaron a despuntar por el  horizonte, la vestal comenzó a hacer respiraciones extrañas y acompasadas. Seguidamente  comenzó a  entonar sonidos extraños para, después , seguir con unos extraños movimientos. Así, durante horas ejecutó una extraña danza  acompañada de los sonidos que emitía. Las demás vestales fueron rodeándola  en silencio esperando extraños acontecimientos; todas sabían que era llegado el momento esperado, el momento en  que se movería la tierra.
Llegó el momento en que el sol estaba en  el cenit. En ese momento la vestal cayó exhausta y murió.
En el momento de su ultima expiración la tierra tembló y una extraña brisa se notaba alrededor. La tierra se abrió  justo donde estaba la vestal y su cuerpo fue engullido por la tierra. Todas las demás vestales estaban atónitas , entre asombradas y asustadas.
En unos minutos otro temblor  hizo que la tierra cerrara esa abertura por lo que la vestal quedó sepultada. Ahora era LA HIJA DE LA TIERRA.
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Pasaron más de 500 años y un día, llegó una expedición más de turistas, provenientes de un lejano país, a visitar aquellas, ahora ruinas de  machu Picchu.
De entre aquella expedición llegaba una mujer que, desde niña "sabía" que tenía que ir a  Perú sin saber la razón cierta.
Cuando llegó a la explanada, la mujer, en trance, comenzó a ejecutar unos movimientos y sonidos extraños. 
A los pocos minutos,  la tierra tembló ligeramente y se abrió una pequeña grieta casi imperceptible por la cual  salió una luminosidad extrañamente dorada que se expandió por todo el valle y  por todo el confín de la vista. Seguramente pudo extenderse por toda la Tierra.
En aquellos momentos, por segundos, pareciera que todo se  hubiera inmovilizado para, inmediatamente después, sentir  todos  una  extraña  y grandiosa paz.
La mujer recobró la conciencia y todos siguieron recorriendo el recinto sin tener ninguna percepción  de lo que habían vivido. Pareciera  que  durante unos minutos hubiera sido un tiempo vacío, sin tiempo..un  tiempo que nadie recordó.
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De vuelta todos a sus  ciudades de procedencia, y cuando las fotos fueron reveladas y los  videos visionados, no acertaron a saber que era  aquella luminosidad extraña que a  todos y todo envolvía.




1 comentario:

  1. ¡¡Huy, María, qué bonito relato...me ha sabido a poco!! No sabía yo que tú escribieras relatos. A mí me encanta todo lo relacionado con Perú y los incas. Un beso.

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