LA HIJA DEL SOL
María Valle
La bruja-partera de la aldea, después de asistir al parto de la mujer de la tribu, mira a la criatura que acaba de nacer y con cara de temor, asombro y admira-ción, se la entrega a la madre.
Al verla, la madre se contrae y lanza un grito más de extrañeza que otra cosa. No puede entender cómo puedo tener esa niña, que acababa de parir. Con esa piel tan blanca. Que no tenga cabello, sino una pelusa blanca, y unas faccio-nes tan extrañas; le parece un monstruo. Nunca vio nada igual. No había sali-do de la aldea. Todos allí, quechuas. Sus otros hijos y toda su familia, habían nacido con las facciones propias de los de su tribu, con la piel oscura y abun-dante pelo negro. Esta niña es muy extraña, pensaba.
La bruja -partera "sabía" que la niña nacida era la promesa de algo insólito y recordó lo que había escuchado de sus antecesoras y las leyendas que se decían. Por todo ello le dijo a la madre, en quechua, la lengua que hablaban por aquellos valles. "Esta niña no te pertenece, es la HIJA DEL SOL", y por lo tanto deberá estar en el Templo.
La madre no entendía si ser la madre de aquella extraña criatura era un honor o un estigma. Pero sí, como recomendó la partera, la dejaría en sus manos para que, de la mejor manera, la integrara en el Templo con prudencia. Sería una vestal al servicio del Inca.
Así pues la madre y la partera convinieron en decir que la criatura nació muerta. Nadie debería saber del nacimiento del aquella criatura extraña. Sería una deshonra para su casta, una niña tan blanca.
La partera envolvió a la criatura en trapos y salió sigilosamente de la estancia.
Cuando salía, vio a la familia reunida, esperando el acontecimiento. Todos ebrios de chica; así que le fue fácil decirles que había nacido muerta y que la llevaba para bendecirla y enterrarla antes de que la luna cambiara. Nadie puso objeción.
Camino de su casa, la partera, aun no entendía como no oyeron los llantos de la criatura al nacer, aunque no lloró demasiado, las dos estancias que constituían la casa, una donde estaba la madre y la otra una gran sala donde hacían todos la vida, solo los separaba un tapiz. Tampoco le pusieron ninguna objeción porque se la llevara sin mas y, aun lo mas extraño, sin querer verla. Seguramente la chicha les tenia obnubilados, se dijo queriendo razonar el hecho sin aceptarlo definitivamente. Era todo tan extraño!.
Nació con unos ojos azules abiertos como dos estrellas azules , algo que no se había visto en la aldea. Nunca se habían visto ojos así, la partera se preguntaba si esos ojos podían ver como los otros, eran tan transparentes!
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La bruja-partera provenía de una casta de mujeres que siempre se habían dedicado a sanar a las gentes de la aldea y ayudaban a parir a las demás mujeres.
Tenía fama, como sus antecesoras de tener un conocimiento y aptitudes extrañas y nada comunes. Por eso la temían y respetaban.
Mirando a la niña, la bruja recordaba lo que la abuela un día le dijera, ya próximo sus últimos días de vida. Recordaba toda la retahíla de la leyenda que se transmitía de generación en generación, y siempre al tiempo de morir. Su madre y ella la escuchaban expectantes y asombradas.....
" Y una de nosotras recogerá a la HIJA DEL SOL y la llevará al Templo y llegaran los días que la HIJA DEL SOL mueva la Tierra.
En su interior sabía que esta niña, era la criatura de la leyenda, la HIJA DEL SOL.
Era tan diferente, con esa piel nacarada, con esa imperceptible pelusa casi blanca y esos ojos extremadamente vivos, azules...que la miraban escudriñándola y como si con esa mirada le transmitiera todo lo que había que hacer con ella. Todo era tan insólito! Movía la cabeza mirando al rededor; la bruja sentía que la niña veía e integraba, todo lo que veía, dentro de su ser. Su atención hasta el mínimo detalle era inaudito.
Extraña criatura, se repetía. Que hecho tan prodigioso le había tocado vivir.
Con paso diligente y arropada por las sombras de la noche se dirigió, por los abruptos senderos, hasta la cima de Machu Pichu.
Allí entregó a la niña recién nacida. las vestales la acogieron con júbilo. Ellas esperaban el acontecimiento, "sabían" de la venida de la HIJA DEL SOL, "aquella que sería engendrada por un rayo de sol en una mortal".La que sería la mayor de las vestales y que movería el mundo. También sabían, por sus extrañas percepciones que tal criatura sería diferente. Fue un acontecimiento grandioso su llegada.
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Pasó el tiempo y la vestal se convirtió en una extraña y bella adolescente, rubia y ojos profundos y azules que emanaban una gran dulzura, paz y conocimiento. Todas las demás vestales la respetaban. Todas sabían que era la HIJA DEL SOL. que un día la partera de la aldea la recogiera del primer rayo de sol y la llevo al templo.
El Inca en su recorrido, cuando llegaba al templo; jamás se atrevió, aunque por derecho pudiera, a tocar a esta vestal. Desde lejos la admiraba y la sentía como si de una diosa se tratara,
Un día, coincidiendo con el solsticio de verano; la vestal se levantó y, en trance, se fue a la explanada del templo a esperar el orto.
Cuando los primeros rayos del sol comenzaron a despuntar por el horizonte, la vestal comenzó a hacer respiraciones extrañas y acompasadas. Seguidamente comenzó a entonar sonidos extraños para, después , seguir con unos extraños movimientos. Así, durante horas ejecutó una extraña danza acompañada de los sonidos que emitía. Las demás vestales fueron rodeándola en silencio esperando extraños acontecimientos; todas sabían que era llegado el momento esperado, el momento en que se movería la tierra.
Llegó el momento en que el sol estaba en el cenit. En ese momento la vestal cayó exhausta y murió.
En el momento de su ultima expiración la tierra tembló y una extraña brisa se notaba alrededor. La tierra se abrió justo donde estaba la vestal y su cuerpo fue engullido por la tierra. Todas las demás vestales estaban atónitas , entre asombradas y asustadas.
En unos minutos otro temblor hizo que la tierra cerrara esa abertura por lo que la vestal quedó sepultada. Ahora era LA HIJA DE LA TIERRA.
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Pasaron más de 500 años y un día, llegó una expedición más de turistas, provenientes de un lejano país, a visitar aquellas, ahora ruinas de machu Picchu.
De entre aquella expedición llegaba una mujer que, desde niña "sabía" que tenía que ir a Perú sin saber la razón cierta.
Cuando llegó a la explanada, la mujer, en trance, comenzó a ejecutar unos movimientos y sonidos extraños.
A los pocos minutos, la tierra tembló ligeramente y se abrió una pequeña grieta casi imperceptible por la cual salió una luminosidad extrañamente dorada que se expandió por todo el valle y por todo el confín de la vista. Seguramente pudo extenderse por toda la Tierra.
En aquellos momentos, por segundos, pareciera que todo se hubiera inmovilizado para, inmediatamente después, sentir todos una extraña y grandiosa paz.
La mujer recobró la conciencia y todos siguieron recorriendo el recinto sin tener ninguna percepción de lo que habían vivido. Pareciera que durante unos minutos hubiera sido un tiempo vacío, sin tiempo..un tiempo que nadie recordó.
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De vuelta todos a sus ciudades de procedencia, y cuando las fotos fueron reveladas y los videos visionados, no acertaron a saber que era aquella luminosidad extraña que a todos y todo envolvía.
¡¡Huy, María, qué bonito relato...me ha sabido a poco!! No sabía yo que tú escribieras relatos. A mí me encanta todo lo relacionado con Perú y los incas. Un beso.
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